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Bereniz Tello 

Contradicciones de navidad

Reflexiones tardías 

Publicado: 2016-01-09


La navidad es una de esas fechas en la cual la mayoría de la población cristiana asume un espíritu unificado en la diversidad de celebraciones culturales. Un día en el cual la estrella de la esperanza guía y alumbra sobre el pesebre que alberga el nacimiento del salvador. Es también un día cumbre del consumismo mundial, muy relacionado a los nuevos significados que se otorgan a dicha conmemoración.

A propósito de la navidad, dos interesantes hombres relacionados en el tiempo por pertenecer al mismo continente, ser conocedores apasionados del mito que expresa el cristianismo y abrazar entre sus ánimos más íntimos la lucha por la igualdad social tuvieron la capacidad de reflexionar sobre el tema. Uno de ellos, el Papa Francisco, por tradición tiene la obligación de transmitir a los miembros de su Iglesia mensajes sobre la festividad y el significado cristiano del suceso año tras año. El otro, José Carlos Mariátegui, ferviente creyente católico en su edad de piedra, escribió a su regreso de Europa sobre la navidad y las diferencias climático-espaciales de un lugar y otro en relación a la celebración.

Sobre los mensajes de navidad del Papa Francisco podríamos escribir mucho y muy a menudo podríamos sintetizar todo el discurso a la frase “paz entre todos y todas”. Sin embargo, para este escrito en particular nos interesa una frase que acuñara en su Twitter el 23 de diciembre del 2013. En dicho tuiteo el señala que “La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien estar un poco en silencio, para oír la voz del Amor”. Sin duda alguna, es otra unidad de palabras que tienen por fin el ejercicio de la reflexión sobre la paz.

Mariátegui, al proponer una reflexión climática sobre la noche buena, el 25 de diciembre de 1925 sostenía que “la fiesta de Navidad tiene entre nosotros un sabor, un color y una fisonomía distintos. Navidad es aquí, al revés que en los países fríos, más una fiesta de la calle que una fiesta del hogar”. (La novela y la vida, p. 118) Más adelante remata diciendo: “Nuestra posición geográfica es culpable de que tengamos una navidad bastante desprovista de su carácter tradicional”. (Ídem) Para un hombre de su época, la navidad guardaba cierto sentido que debía tener características universales. A pesar de su inconformidad con la forma de la celebración, con la globalización capitalista y el transcurrir de los años se impulsó la adopción de nuevas costumbres mucho más parecidas a las que reclamaba pero espiritualmente muy alejadas de su ideal. Respecto al sabor encontramos los tradicionales pavos, panetones y chocolatadas. Sobre el color podemos encontrar los clásicos rojo y verde de Papá Noel y sus duendecillos. Y en cuestión de fisonomía nunca falta la simulación de nieve a puertas del verano, los muñecos hechos de esta misma sustancia y los pinos adornados en las casas. El único factor imposible de transformar bruscamente es el clima y la disposición general que empuja a los hombres –aunque muchas familias mantengan cierta predisposición a cenar juntas- a pasarla en lugares abiertos; por lo tanto la consiguiente fiesta ruidosa y de calle.

El vínculo negativo de ambas reflexiones reside en la identificación del ruido y la calle –según las circunstancias de sus tiempos y espacios- con la banalidad de la celebración por la celebración y la exclusión arbitraria, desapercibida o inducida del contenido original de la fiesta. El positivo se proyecta en la relación del hogar y la voz del amor con la festividad del nacimiento de Jesús-mensajero de la paz, del fortalecimiento de la familia-humanidad y de la lucha por la salvación-revolución.

Aparentemente las posiciones del Papa Francisco y del Amauta Mariátegui están perdiendo la lucha. Pero también podría decirse que vivimos tiempos excepcionales. La extensión del mercado, sus desregulaciones y regulaciones nos han enseñado que a la larga tienen el potencial de transformar cualquier tipo de mito aunque quizás –por algún extraño motivo del azar- esto también pueda producirse en viceversa. El mercado es un Dios devorador de Dioses, un Dios creador de semi-dioses, un Dios que no celebra su nacimiento aunque también sea hijo del hombre y un Dios creador de nuevas épicas ruidosas, callejeras, hogareñas, románticas. Sin querer hemos vuelto a ser politeístas y estamos presenciando la encrucijada danza movilizadora de nuestros Dioses en el más acá.


Referencias:

Bergoglio, J. (2013, Diciembre 23). La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien estar un poco en silencio, para oír la voz del Amor. [Actualización de estado de Twitter]. Recuperado de: https://twitter.com/Pontifex_es/status/415065215089123328?ref_src=twsrc%5Etfw

Mariátegui, J.C. (1988). La novela y la vida. Lima: Amauta


Escrito por

Marcos Fonseca

Mis juicios se nutren de mis sentimientos, de mis pasiones. JCM


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